A la hora de poner una porción de muzzarella en el plato los argentinos pensamos en cerveza. Error: no hay como un buen vino ligero para acompañarla. Y en esta nota lo explicamos.
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Para un argentino la pizza y la birra son una idea monolítica. Así lo construyó la publicidad, la vida cotidiana y el bolsillo. Sobran ejemplos: cuando se trata de salir por poca plata, una trasnoche pizzera con amigos hace que la cerveza y la muzzarella resulten un plan de ahorro eficaz. Sin embargo, a la hora de hablar de sabor, la pizza es un plato que va mejor con vinos. Y sobre eso hay tanta literatura escrita como manteles manchados que dan testimonio.
Pero a diferencia de la cerveza, la publicidad poco tiene que ver con la pizza y el vino, al menos en su acepción histórica. Es más bien un maridaje de ingredientes ligado con argamasa del tiempo. Y no hablamos de un tiempo remoto y bucólico: la pizza, más o menos como la conocemos hoy, es un invento napolitano de fines del siglo XVIII. Nápoles, la ciudad pobre y rica por antonomasia del sur de Italia, desarrolló un universo de venta ambulante en el que la pizza fría y sin queso era el alimento diario, si damos crédito al historiador John Dickie. Como en la ciudad entonces era más seguro beber vino que agua –el cólera fue el peor flagelo de la era moderna- desde sus comienzos la pizza se bajó con un trago de vino.
Y así, con los años, el maridaje fue evolucionando. Al fin y al cabo, la pizza es harina, levadura, aceite, tomate y mozzarella, ingredientes que son perfectos para la fruta y la acidez de los vinos. Funciona con la pasta. Funciona con cada ingrediente por separado. Pero así y todo los argentinos soñamos con la muza y el chop. Ahora, la cerveza y la pizza son baratas respecto a la pizza y al vino. Pero… ¿cuánto más barato?
Depende. Los mejores vinos pizzeros no son los tintos con abundante madera ni los reserva o sobrios Malbec de alta gama. Por el contrario: un tinto ligero y frutado como un Bonarda rampante, un rosado con chispa o un blanco perfumado y fresco son perfectos.
Hay una razón más, todavía, para proponer al vino como el compañero ideal de la pizza: su frescura. En la trama helada del ácido tartárico –que es el ácido del vino– el pastiche que se arma entre mozzarella, el tomate caliente y la masa húmeda y esponjosa se disuelve con gracia y la boca queda limpia y enjuagada para el próximo bocado. Mejor incluso si se trata de un blanco aromático, como Sauvingon o Chardonnay, porque al destello de frescura le suma el frío de su temperatura.
Pero si lo que buscás es darte un gusto, sea con un delivery o bien haciendo un pizza en casa, elegí alguno de los vinos a continuación y verás que la cosa camba radicalmente. Y del precio, hablamos luego, cuando ya estés deslumbrado por el hallazgo.
Goyenechea Merlot Rosé 2014 ($53). Elaborado con Merlot de San Rafael, este vino destaca por su color guinda. Ágil, frutado y de buena frescura, este rosado es perfecto para acompañar desde mozzarellas a fugazzetas de media masa. El truco está en que ofrece un trazo muy levemente dulce, con lo que se convierte en un rosado de paladar universal. Como todo vino de su condición, es mejor beberlo frío, nunca helado.
Jean Rivier Rosé 2014 ($100). Los Rivier son especialistas en elaborar buenos blanco y rosados. El punto es que ellos son consumidores de estos vinos y entienden a la perfección su uso. Entre ellos, destaca este rosé por su buen perfume y boca entre amplia y de acidez chispeante, secreto para acompañar bien los aromas intensos de una napolitana con abundante ajo y tomates quemantes. Mejor es beberlo frío, con una frapera a mano para sostenerlo a temperatura.
Amalaya Rosé 2014 ($90). Elaborado con Salta con un blend de uvas tintas, de las que con una sutil prensada se obtienen su delicado color salmón, ofrece un perfil moderno incluso entre rosados modernos. De aromas punzantes y bien marcados, el dato clave está en su boca seca y tersa, de frescura lograda. Combinará muy bien con todo tipo de pizzas, en especial las de rúcula o espinaca que está de moda entre las pizzerías napolitanas de la ciudad, como Siamo Nel Forno.
Norton Sauvignon Blanc 2014 ($53). La bodega de Perdriel tiene largo expertise en la elaboración de vinos blancos y en Sauvignon en particular. Lo conciben como un vino aromáticamente tropical y de frescura lograda, que funciona muy bien con mariscos, claro, pero en particular con esas fugazzetas en las que la cebolla rehogada conserva la tensión de su sabor. Ni qué hablar de una clásica canchera con anchoas, de masa crocante, como la que sirven en Angelín.
Bodega Privada Colección Malbec 2013 ($60). Con un linda presentación y una mejor relación calidad precio, este Malbec de trazos vinosos en aromática y boca jovial y llena de sabor es un número puesto para las pizzas. Con un frescura ligeramente elevada al promedio de su categoría, le sumará una cuota de nervio a una buena muza, sea a la piedra o media masa. Para agendar.
Casarena Esencia 505 2013 ($74). A la hora de los tintos pizzeros, por suerte para el paladar en nuestro mercado viene ascendiendo un perfil de vinos con menos cuerpo y mayor frescura. Este ejemplar de Bodega Casarena sería buen caso. Combo de Malbec y Cabernet Sauvignon, aquí manda la textura suave y su marcado sabor de frutas rojas. Perfecto para acompañar una muza a la piedra pintada con oliva extra virgen, orégano y ají.
Durigutti Bonarda 2013 ($110). Si hay una virtud que tenga la Bonarda es precisamente la de ser un tinto pizzero. Más aún cuando se habla de ejemplares del este de Mendoza, frutados y especialmente ligeros. Durigutti es un caso emblemático, que destaca largamente por su suave y cordial paso. Frutado y expresivo, es un todo terreno a la hora de las pizzas clásicas. ¿El truco? Su moderada frescura que le baja intensidad a cualquier salsa de tomate.
Saurus Pinot Noir 2013 ($95). Los buenos Pinot son tintos pizzeros por excelencia, porque en su contenida expresión frutal, algo exótica, y en su boca de textura suave y sabor potente, se esconde el secreto de su buena combinación. En eso, la variedad es la más completa. El problema es que suelen ser caros. Excepción hecha de Saurus, que ofrece el pefil que uno espera a un precio moderado para la variedad. Buscalo.
Padrillos Pinot Noir 2013 ($115). Otro Noir con condición perfecta para el maridaje pizzero es este vino de Ernesto Catena Vineyard. Con una etiqueta bien vistosa, además, vestirás la mesa para la vista de todos. Ligero al tacto, de moderada acidez y una textura tersa y apenas rugosa, este vino es candidato a las pizzas con diversos quesos y mozzarellas, porque barrerá bien con esas grasas, aunque también va con una fugazzeta rellena. Cuánto mejor si son a la piedra.
Vía Revolucionaria Bonarda Pura 2013 ($105). Elaborado por el enólogo Matías Michelini, este vinos es una rareza que cumple el canon pizzero pero no vinero, con poca estructura, mucha ligereza y bajo alcohol (11,5%). Por su condición curiosa, marcada por el cuerpo delgado, funciona muy bien para la comida, ya que no atosiga al paladar. De frescura chispeante y con intensidad de sabor, avanza sobre casi cualquier tipo de pizzas, mejor con una muzarella. No es fácil de conseguir. Pero conviene probar.
Joaquín Hidalgo
Fuente: http://www.vinomanos.com/2015/06/vinos-pizzeros-el-sabor-que-no-imaginabas/